Cristina Messnik  

                                                                                         

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Mirando atrás

pienso en lo que te pasó,
en lo que sentiste cuando aquel cuchillo amenazaba tu cuello,
que debiste sentir un miedo indescriptible cuando la oscuridad no te permitía ver a aquel cabrón que te estaba esperando a que salieras para violarte con un cuchillo en la mano,
esos momentos de terror acompañaron a otros,
un tiempo que empezaba a definir tu maternidad,
la conexión conmigo y al mismo el temor que te invadía al saber lo que te esperaba cuando el resto se diera cuenta de que llevabas una criatura en tu vientre,

y más,
pienso en ti en el momento en que tuviste que dejarme,
que te dijeron sin mí o te iban a echar a la calle,
pienso en los golpes que te dieron conmigo dentro tuyo,
¿puede ser que yo sintiese también algo? que a veces me cubre un miedo
sin que haya razón,
pero de una profundidad que no puedo entender,
ni me lo puedo explicar,
que ahora cuando lo pienso me hubiera gustado darte mi mano,
para que lo malo no te alcanzase,
para disminuir la cantidad de lágrimas que lloraste por dejarme en una puerta extraña,
que no hablamos de un abandono,
cómo se dio a entender,
que te forzaron,
te pegaron,
te amenazaron…
que te ha costado mucho renunciar a mí,
me lo imagino y que se te rompió el corazón en dos por tenerme en tus brazos tan poco tiempo,
lo mismo,
que el parto dolió mucho y el susto que te di cuando vi la luz,
mi primer grito al buscar aire,
un otro mucho más seco que me penetraba la nariz haciéndome llorar, así que yo también me asusté en ese momento,
pero me llevaste a tu pecho,
me miraste con la mirada todavía sudada por el esfuerzo que habías hecho,
y lo felices que éramos las dos,
aunque no duró mucho y tuviste que enfrentarte a ti misma,
en tu desesperación buscabas una salida para las dos,
así que hiciste un primer paso y me diste un nombre que todavía lo llevo y prometo cuidarlo todo lo que pueda,
y segundo,
me bautizaste en tu fe con la esperanza de que me protegiera en esos momentos en los que ya no estuvieras conmigo y creo haber sentido cariño en tu vientre,
que tu amor me alcanzaba todo mi ser y me sentía querida,
como si hubiéramos hecho un pacto que aunque no podía hablar,
pero nos entendimos por instinto,
por la piel,
por el hecho de estar madre e hija.


Mamá, te he encontrado.
 
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