-¡Eres como los gitanos! ¡No somos gitanos!
-Pero mamá ¿por qué salen los gitanos por las ventanas?
Entonces yo no entendía a qué se refería mamá. Fue más tarde que me fui dando cuenta sobre los prejuicios contra los gitanos.
También me acuerdo de mi padre enfermo, aunque yo por entonces no lo sabía. Me arrastraba por la ciudad en un trineo pintado de azul y con las cuerdas que parecía que se iban a romper. Me abrigaban con una bufanda muy gruesa que me tapaba la boca -no me gustaba- un gorro de piel ruso con orejas y una manta en mi regazo. Sentada en el trineo, solía cerrar los ojos y me imaginaba que iba tirada por caballos. En invierno los carruajes estaban decorados con campanillas y tintineos, tan bonitos que no se podía apartar los ojos de ellos. Cubiertos con alfombras de lana y toallas tradicionales bordadas en rojo y negro, los carruajes, abiertos, llevaban mujeres, niños y ancianos, en su mayoría gitanos. Se les oía llegar desde lejos. Las campanillas sonaban al ritmo de los caballos y los niños parecían cantar a su ritmo.
Los carruajes rumanos, básicamente tienen la forma de largas cajas de maderacon ruedas. Dos delante y dos detrás. Un tablón perpendicular servía de banco donde se sentaba el conductor. Si tenía que llevar invitados todos viajaban sentados en el suelo de la caja. Algunos más traviesos se sentaban en el borde de los escalones de madera del exterior. Cuando nevaba mucho a los carruajes se les quitaban las ruedas y se les ponía una especie de riel de madera que los convertían en trineos. Pues yo soñaba ir con ellos.
Aquellos tiempos de inviernos helados han quedado grabados en mi mente. En las noches oscuras, débilmente iluminadas, solo veía la silueta de mi padre -firme y constante- llevándome a casa. Yo, detrás de él. Todo helado: la bufanda, la nariz, el aire que respiraba.
Según un portal de internet refiriéndose a las temperaturas invernales de entonces en Rumania:
“O altă iarnă din această categorie, cea din 1984-1985 nu a fost doar friguroasă, cu temperaturi ce s-au “dus” iarăși sub -30 de grade, ci și extrem de lungă, durând până aproape în aprilie”.
"Otro invierno de esta categoría, el de 1984-1985 no sólo fue frío, con temperaturas que de nuevo "bajaron" de los -30 grados, sino también extremadamente largo, durando casi hasta abril". [1]
A pesar del frío adoraba ir a patinar. Unos primos me habían regalado patines de piel negra deteriorados que eran mucho más grandes de que yo llevaba. Los mismos primos trabajaban en la entrada de la pista de patinaje. Esperaba en la cola y cuando se acercaba la hora de entrar y pagar decían:
-Es mi prima. Dejadla entrar.
La pista me parecía enorme. Brillante, con música y llena de gente. Mis patines eran tan grandes que casi no podía patinar sin agarrarme a la pared. No me molestaba, disfrutaba y llegaba a casa feliz con los pies doloridos del frío que hacía. En casa mi padre me quitaba las botas y mi madre me preparaba un cuenco de agua caliente. Cuando íbamos a la cama, solíamos llevar un ladrillo que se calentaba en la estufa todo el día y nos mantenía caliente hasta la madrugada.
Un borde de cama, los tres sentados juntos: aquello era todo para mí entonces.
[1] https://vremea.ido.ro/stiri/1412-cele-mai-geroase-ierni-din-istoria-romaniei-1412/